La emergencia sanitaria producida por el COVID-19 ha supuesto, como es ampliamente sabido, una perturbación generalizada en las actividades económicas globales, llevando a muchas de ellas a niveles de cuestionamiento existencial. Entre las más afectadas, los servicios de viajes, hospedaje y alimentación, en suma, las que constituyen la actividad turística, han entrado en una crisis que apunta a los fundamentos mismos del sector.
Estas actividades forman parte de una “economía del contacto”, en donde la provisión de los servicios se sostiene en la interacción presencial entre agentes con la finalidad de producir una experiencia. La manera en la que el virus SARS-Cov-2 se transmite en medios de congregación y cercanía entre individuos afecta directamente este tipo de economía.